Parece que la afirmación de guifa en su respuesta a la pregunta sobre la evolución de la ortografía no fue del todo precisa. Ojeando el texto de la octava edición de la ortografía de 1815, leo lo siguiente (negritas mías):
Por lo cual considerando la Academia que desde el principio de la proposición interrogatoria empieza esta mudanza [de entonación], creyó que no era bastante indicar la interrogación al fin, sino que convenía indicarla ya desde el principio: y para esto propuso, que pues al fin se acostumbraba poner el signo en esta forma (?), al principio se pusiese el mismo, pero inverso de este modo (¿) [...]. Desde luego adoptó el público este oportuno pensamiento, aunque en la práctica se ha introducido algún abuso; pues la Academia lo propuso solamente para los períodos largos, en los cuales es necesario; pero ya se pone en preguntas de una o dos palabras en que no se necesita.
Dice exactamente lo mismo para el caso de los signos de exclamación. Es decir, que en aquella edición de 1815 lo que se hacía era recalcar que el uso que se le había propuesto a los signos (¿) y (¡) en 1754 era el correcto, y que la gente estaba abusando de los signos poniéndolos en oraciones muy cortas cuando no era necesario.
Es por ese motivo que la RAE insistió en su forma de poner los signos (¿) y (¡) hasta 1869. En este año, la definición de "interrogación" en el DLE era la siguiente:
Nota ó señal de que se usa en la escritura cuando se pregunta, y se usa así (?).
Por eso las definiciones de palabras como ¡Caramba! solo llevaban el signo de cierre: simplemente estaban siguiendo sus propias normas, al considerar que en una oración de una sola palabra no se debía poner el signo de inicio de exclamación. En la siguiente edición, la de 1884, la misma definición dice así:
Signo ortográfico (¿?) que se pone al principio y fin de palabra ó cláusula en que se hace pregunta.
Se ve que por fin la RAE decidió en aquella edición seguir una convención más sencilla, decidiendo que era más fácil poner siempre los signos (¿) y (¡) más que dejar que cada uno decida subjetivamente cuándo una oración es lo suficientemente corta como para omitirlo o no.