El apéndice al Quijote titulado "La lengua del Quijote: rasgos generales", de Juan Gutierrez Cuadrado, que se halla en el Centro Virtual Cervantes, menciona lo siguiente:
12.9. La segunda persona de plural de los tiempos verbales tenía en
latín una -t- que había evolucionado a -d- en castellano medieval.
Desde muy temprano, en las formas con acentuación llana la -d- se
perdió: amades pasó pronto a amáis y temedes a teméis. Sin embargo,
esta evolución fue más lenta en los tiempos esdrújulos. En estos
todavía en el Siglo de Oro se conserva la -d- < -t- etimológica
medieval: aguardábades, alcanzáredes, alcanzásedes, amábades,
érades, estuviésedes, fuérades, habíades, hubiérades,
hubiéredes, íbades, podíades, pudiéredes, pusiéredes,
quedásedes, quisiéredes, quisiésedes, supiérades, supiésedes,
tardáredes, temíades, teníades, tocárades, veríades,
viéredes, volviéredes, etc.
12.10. Una representación ya escasa (arcaísmo evidente, como se desprende de
lo que hemos indicado en el punto anterior) es la de las formas de la
segunda persona de plural de los tiempos no esdrújulos que conservan
la -d-: acuitedes (que alterna con acuitéis); fuyades (que alterna con fuyáis); habedes, hayades (que alterna con hayáis); ides,
mostredes, queredes, sepades, veredes.
Esto no es propio de un solo tiempo verbal sino que corresponde a la terminación, ya que veredes equivaldría a veréis (futuro del indicativo), fuyades a huyáis (presente del subjuntivo), teníades de teníais (pasado del indicativo).
Más información al respecto se puede hallar en Wikilengua y en la Gramática de la lengua castellana en su edición de 1781.